martes, 25 de diciembre de 2007

Necronomicón III

Al día siguiente tras volver de clase y comer me encerré en mi cuarto a leer el libro y enfocar lo mejor posible el ritual de apertura de puertas para que, a la noche, todo estuviera perfectamente estructurado y no se me olvidara nada.

Cuando todos estaban durmiendo salí por la ventana, en ese momento le di gracias a Dios por vivir en una casa de una sola planta, y me dirigí con mi mochila hacia los huertos.
Estuve recorriendo un gran tramo de terreno hasta encontrar las once piedras que necesitaba para la sesión, cuatro de ellas, que correspondían con los puntos cardinales, eran algo más grandes que el resto.

Tal y como me decía el libro, coloqué la Primera piedra, la de la Gran Frialdad, hacia el Norte, con el símbolo de Tauro dibujado en uno de sus extremos; Esta era la puerta del viento de invierno.
La Segunda, a cinco pasos de la primera, era la de la fuerza y la fiereza, la situé hacia el Este dibujando en ella el signo de Leo; Abría la puerta de los vientos de verano.
La Tercera, hacia el Este, era la puerta del Susurro del aire y el signo que tuve que colocar era el de Acuario.
La Cuarta, la de los Torrentes, al Oeste, su símbolo era Escorpio.
A un paso entre ellas se colocaban el resto de rocas que eran las de aquellos que deseaban los cielos.
En el centro de todas se situaba el altar de los Ancianos, se supone que si las puertas se abrían, los ancianos aparecerían por alli, asi que me puse en el centro y alcé mi voz al aire recitando las palabras de apertura y llamamiento de los que ya no están con nosotros:

-“(mirando al Norte) Aznarauxiz, Shorbat, Zavaxo; (hacia el Este) Queleuaij, Nabaste, Noquoetonah; (al Sur) Oasaj, Wuruam, Theregoldam; (al Oeste) Zijoronaftewo, Mugelgithor, Migelgithor-Yzxe”-

En ese mismo momento surgió un gran viento cálido y frío a la vez, formando en el Altar una especie de remolino, en ese momento Lucía cayo desplomada al suelo.
Como en una especie de ensoñación vio una Tierra primitiva, oscura y cuatro siluetas brillantes, eran cuatro humanoides ancianos y entre ellos un ser oscuro con dos espadas, una en cada mano. De pronto los cinco giraron su cabeza mirando fijamente a la muchacha, el quinto se acerco con gesto amenazante, espadas en alto, oyó un nombre “Nyarlathotep” y él lanzó sus espadas contra ella.

El cuerpo de Lucía se levanto del suelo y sin parpadear, comenzó a caminar con paso fuerte alejándose de la zona en la oscuridad de la noche.

En el cementerio un golpe seco que resonó en el eco de la soledad. Una sombra y una antigua ciudadana de la zona.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Necronomicón II


Ya en la tranquilidad de mi dormitorio coloqué la mochila encima de la cama y saqué el libro que me había dejado Mario para ponerme manos a la obra a leerlo.
Tenía un aspecto impresionante con las cubiertas de piel de un color canela o similar y un detalle de lo más extraño en la portada; era una marca a fuego, pero no la típica impresión serigrafiada, más bien parecía como si hubiera sido hecha sobre la piel del animal cuando aún estaba vivo.

La marca era como una especie de triángulo invertido rodeado por un círculo y con unas extrañas inscripciones alrededor. Al tacto era muy suave y asemejaba bastante a la piel humana. El interior estaba bastante demacrado, las hojas roídas y amarillentas, pero aún podía leerse bien.

Al abrir el libro descubríamos su título “Al Azif”.
Con una ojeada descubrí que en su interior había cosas muy extrañas, dibujos y algo que parecían letras en algún idioma de esos raros y antiguos, había también unas manos como demoníacas que nos mostraban cuatro posturas con los dedos.

Empecé a leerlo y la verdad es que la primera parte era como la de una especie de Biblia explicando que unos ancianos llegaron a la Tierra primigenia, antes aún de que la superficie terrestre se alzara sobre los mares, y allí, en el fondo de las aguas, se alojaron a esperar que todo estuviera en su sitio. Cuenta que una vez la tierra se elevó, los ancianos pusieron sobre la Tierra su simiente y ella germinó y pasado el tiempo la oscuridad les envolvió y el mal afloró.

“Este Mario es un miedica”, pensé. La verdad es que lo siguiente tampoco prometía mucho más, aunque había una parte en la que te explicaba como elaborar una serie de polvos o jugos para invocar a esos ancianos y hacerlos volver al mundo de los vivos.

-“Lo cierto es que no pierdo nada por ver que sale de todo esto y aunque no consiga realizar los hechizos correctamente por lo menos estaré entretenida un rato”-

-“¡Lucía! ¡Vamos a cenar!”-
-“¡Voy mama!, Mañana mismo empiezo a buscar los ingredientes que piden en el libro”-

[ ]

La verdad es que, aunque conseguí la mayoría de los ingredientes, me era imposible conseguirlos todos. Me pedían por ejemplo cenizas de un muerto que llevara al menos enterrado un siglo y un trozo de momia egipcia. ¿De dónde diablos iba yo a sacar eso?.
-“Pues hago esto con lo que tengo y que sea lo que tenga que ser”-

Quemé las flores de las plantas que se me indicaban, lo moví bien cuando aún ardía y ejecuté el primer conjuro: -“abdahash-nourig-mamabem-Neothep”-
No ocurrió nada raro, salvo que estaba algo mareada a causa de los vapores desprendidos de la combustión de las hierbas. El polvo que había surgido con lo anterior lo espolvoreé delante de mi y me pareció ver una sombra, pero seguramente fue el mismo polvo al caer ya que tenía cierto color negruzco.

-“Mañana me bajaré a la zona de las huertas y haré lo de las piedras con su colocación y sus inscripciones, porque esto desde luego…”-

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Necronomicón

-“¡Ahhhhhh!... ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!”-

[…]

-“¡Mamá!, ¡Voy a la biblioteca!”-

Es Diciembre, hace frío y comienza a nevar. Hacía muchos años que no nevaba como ahora, además creo que estamos bajo cero y se observa escarcha en las aceras.
De camino a la biblioteca me encuentro con un amigo, está tan escondido entre capas de ropa que apenas se le ven los ojos.



-“Mario, casi ni se te ve. ¿Qué te cuentas tío?... yo voy a ver si pillo un libro en la biblio y me piro a casa volando que estoy congelaita”-

-“¿Qué necesitas el libro para un trabajo? Porque si es para leer sin más te paso yo uno que me han prestado que esta de puta madre; es un poco, ya sabes, especial. Dicen que con el puedes invocar al diablo”-


-“¡Venga ya tío!... ese cuento no se lo cree ni tu padre…”-

-“Yo no se si será verdad o no pero me lo estuve leyendo y tuve que parar porque me cagaba de miedo.”-

-“¡Anda cagoncete…! Pasamos por tu casa y me lo dejas que seguro que no es para tanto, que es que tu eres un giñao jejeje”-

Mario vivía en un piso con una apariencia y un cierto olor añejo, quizá a causa del uso abusivo de naftalina por parte de su abuela.
Los muebles, todos, estaban cubiertos de tapetes de ganchillo que quizá algún día fueran blancos, pero ahora ese blanco se había convertido en un amarillo pálido.
Al fondo del pasillo se encontraba su habitación con una puerta chapada en madera de la que colgaba un cartel con un prohibido el paso robado, quizá, de alguna obra cercana.
Dentro trastos, una cama sin hacer, ropa revuelta… desorden y más desorden, lo típico de un chaval con padres divorciados que se han ido cada uno por su cuenta y ha sido malcriado por la “yaya”. Allí encima de lo que se intuía como un escritorio estaba “El Libro”.

-“¡Ostias! La verdad es que da un poco de repelús, ¿eh?”-

-“ Es lo suyo, es un libro ritual satánico. Toma y ya me contarás si tu puedes terminarlo”-

[ ]

-“¡Ya estoy en casa mamá!, voy a mi cuarto a leer el libro que traje, avísame a la hora de cenar”-

[continuará]

martes, 18 de diciembre de 2007

¿Qué ha ocurrido con la evolución del Ser Humano?

¿Qué ha ocurrido con la evolución del Ser Humano?

En el principio de los tiempos el Hombre era un animal más de todos los encargados de mantener el equilibrio de la Madre Naturaleza, sin embargo, un día comenzó a pensar que él era el único con capacidad mental suficiente para modificar todo lo que estaba a su alrededor y hacerlo mucho más “confortable” a su manera de ver.

Él es el Hombre, el Ser Humano, no es un homínido más, no… él es el Señor del Mundo y centro indiscutible de todo el Planeta Tierra.

La primera cosa indispensable a cumplir para la transformación era olvidarse “por completo” de su condición de animal. Una vez conseguida dicha tarea, lo siguiente era cambiar el mundo a su antojo, dominar a los animales y convertirse en el amo de todo lo que le rodeaba.
Para ello comenzó a construir artilugios que le facilitaran, ya no la caza de otros seres para poder alimentarse, no, sino la muerte de otros hombres en beneficio propio.
Por ello dejaron de vivir en paz y comenzaron a formar clanes basados en intereses comunes, no relacionados con las tareas básicas de supervivencia, como por ejemplo conquista de territorios, aumento de población mediante la violación de las mujeres de los clanes vecinos, algunos la lucha sin más como método de placer y diversión…
Pasaron de las armas simples utilizadas para la captura y tratamiento de alimentos como puntas de flecha, hachas, etc.… de piedra, madera o hueso, a descubrir que algunas de esas piedras al exponerlas a altas temperaturas, se convertían en artilugios mucho más resistentes que en su primera forma; Descubrieron el metal.

A raíz de este descubrimiento surgieron las espadas, sables, dagas, bolas de cañón, y armas de fuego, estas últimas más mortíferas que las primeras por poder utilizarse a distancia de la pobre víctima.

Algunas especies animales ya han desaparecido para siempre; y como aún el hombre en ocasiones se acuerda de lo que es, lo lamenta, pero su única forma de contrarrestar el daño causado es comportarse como el señor Dios del Mundo y decir que quizá algún día pueda volver a “dar vida” a todas esas especies desaparecidas.

Yo reconozco que debido a esta transformación en ocasiones pierdo la noción de animal que realmente me une a la tierra, y pienso como un “Ser Humano”, pero hay una diferencia, cada vez que veo sufrir a un animal por nuestra culpa, me doy cuenta de lo infelices que somos nuestra especie y que vivimos siempre pensando en mejorarlo todo, cuando realmente cada vez lo empeoramos más.
Sé que sólo ocurre esto unas milésimas de segundos en mi mente, pero ese “pequeño” tiempo me hace darme cuenta de muchas más cosas que todo el tiempo que llevo vivido.

Ahora el Hombre posee armas mucho más potentes que las pistolas, revólveres y demás artilugios antes nombrados; hemos pasado dos Guerras Mundiales, la Primera muy cruenta, la Segunda mucho más aún, ¿Qué será del Planeta en que vivimos cuando llegue la Tercera? Por mucho que lo piense, y muy dura me parezca la realidad, posiblemente lo que yo y muchos de vosotros estais pensando, se queda corto con lo que devendrá.

lunes, 17 de diciembre de 2007

El Cotarro de la Horca III

-"In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Júzgame, Oh Dios y separa mi causa de la de una nación impía; líbrame de todo hombre perverso y falaz. Envíame Tu luz y Tu verdad; ellas me han de guiar y conducir a tu santo monte, hasta tus tabernáculos..."-
Se oyen risas de niños y un perro ladrando junto a su casa sacando bruscamente a Luis de su embelesada oración. -"Benditos sean los infantes, pues en su alma sólo cabe bondad"-
El hombre cerró su misario, sopló las velas, dio un beso a su bellísima Inmaculada y su Sagrado Corazón y los colocó de nuevo en el pequeño altar que tenía junto a la puerta.

En la calle hacía frío, ese frío de septiembre que se te mete hasta el tuétano y te hace estremecer. Allí jugaban las criaturas ajenas a las gélidas temperaturas, como si para ellos siempre fuera verano.
Luis giró la cabeza al oír unas enormes risotadas, uniéndose a ellas con una extraña sonrisa, y su mirada se encontró con las dos pequeñas -"¡Dios mío!, ¡Qué han hecho!"- para él, las muchachas eran hijas del pecado, no eran como el resto, sus padres eran primos y eso "estaba en contra de la Ley del Señor"; así que sólo podía hacer una cosa... y se dirigió tras ellas al trigal.

-"Purifica mi corazón y mis labios, ¡Oh Dios Omnipotente!, como purificaste los del profeta Isaías con un carbón encendido; hazme la gracia por tu misericordia, de purificarme a mí también, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio"-
Repitió la oración una y otra vez hasta que volvieron a estar en su campo de visión, sentadas, jugando con sus manos. Como un ave rapaz, fijó su objetivo y comenzó la plegaria ritual: -"Con espíritu humilde y corazón contrito, seamos recibidos por Tí, Señor; y de tal suerte sea ofrecido hoy nuestro sacrificio, que sea de tu agrado, Señor Dios."-

Un golpe, y seguidamente el silencio; ya no hay risas, sólo silencio.

Dos cuerpos unidos desde su concepción, ahora separados. Luis alza sus manos sangrientas mientras recita: -"Ven, Santificador Omnipotente, eterno Dios y bendice este sacrificio dedicado a tu santo nombre. Concede a estas zagalas como hijas tuyas, la paz en la otra vida y líbralas de la condenación eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amen."-

Inés preparaba la comida y el cucharón saltó de sus manos al oír tremendo alarido... -¡Tomás"!- . Todo el mundo salió a la calle, Tomás y sus dos rosas... -"¡Santo Dios!"-

Un pueblo unido en un llanto, pero no estaban todos...
-"¡El chico de la Eulalia!, ¿Dónde está ese chaval?"-
Al grito de asesino el pueblo corrió hacia la casa 'la Tasca cogiendo a Luis y llevándolo hasta la plaza. allí confesó, según él, haber liberado el alma de esas niñas de la condena eterna.

De su pierna y cuello sale una cadena que lo une al preso de delante, camina el último de cinco; comienza a orar. Sólo sale de su éxtasis por una caída, pero sigue rezando; de pronto, en el monte le tapan la cara y le empujan. Una intensa luz le ciega y pensó que todo había acabado, pero pronto distinguió siluetas y sintió como el gentío le escupía y le insultaba. Una fría soga rodeó su cuello y sus ultimas palabras, como un susurro -"Librarme de este cuerpo y de todo mal. Dame tu piedad y guarda mi alma para la vida eterna. Amén."-

jueves, 22 de noviembre de 2007

El Cotarro de la Horca II

Un pueblo, casi aldea, de esos de los de siempre rodeado de campos de trigo y vides, con sus típicas bodegas excavadas en el suelo con largos pasillos y numerosas recámaras con cubículos en las paredes donde poder guardar las botellas de vino y mantenerlas fresquitas.
Sus casas son de adobe, encaladas en blanco, con sus tejas llenas de musgo y líquenes. En el quicio de la puerta de una de esas casas se haya un campesino con su boina bien calada, un par de alpargatas con el esparto desgastado de las labores del campo, una camisa construida a base de retales sacados de una sábana ya ajada por el tiempo y en su boca una espiga que baila sobre sus labios de lado a lado.
Tras él aparece su esposa, señora con facha de Dulcinea del Toboso, trapo en mano y sonrisa complaciente –“Cariño ¿por qué no vas en busca de las niñas?, anda ¡ve!, que ya esta la mesa puesta”-

Sea la hora que sea en este lugar de Castilla, aquí siempre se respira paz, todos se saludan al verse, todos se conocen, no hay uno más ni uno menos, los niños corren tranquilos y para estas gentes eso es lo más importante.
-“¡Aurora!, ¡Rosario! ¿Dónde andarán las zagalas? ¡Niñas! ¡A comer que ya está madre en la mesa!”-
Entrando en la vega Tomás ve algo brillar, se acerca y lo ve. Un mandil blanco, un nombre bordado Rosario, una pequeña mancha color rubí –“¡Rosario!”-

Un trigal ondeando al son del viento, tres figuras se distinguen, dos niñas que siempre fueron una y un hombre desolado y lleno de ira y dolor.

¡Tín tan ton! ¡Tin tan ton! Tocan campanas a muerto en un pueblo unido por el dolor, salvo esas campanas, el único sonido de este pueblo hoy no son risas de niños, ni las mujeres cantando al lavar la ropa, hoy el viento arrastra el llanto de un pueblo entero… ¿Todo el pueblo?... –“¿Dónde está Luis? falta el chico de la Señá Eulalia.”
El Gentío corrió en dirección a la casa de la tendera y allí se agolparon hasta la llegada del Alcalde.

…Sonido de cadenas y gritos, olor a reo. Cinco condenados que se dirigen al cotarro, a la horca. Tomás desea venganza y corre el primero hacia el paseíllo. De pronto uno cae arrastrando a los que lleva tras de sí y por un impulso Tomás corre a socorrerle pero el verdugo, pisando fuerte, impide a Tomás acercarse elevándolo un palmo del suelo y susurrándole las palabras que le hicieron retroceder.
En ese momento sólo se le pasó una cosa por la cabeza –“Pobres reos”- y decidió que no quería ser partícipe de aquello, que ver sufrir a esos hombres no llenaba el vacío que dejaron sus niñas y que, quizá, sólo quería olvidar.

De vuelta a casa se oyó un gran clamor, gritos de regocijo, eso significaba que “el grande” cayó; todo había acabado y para él sus pequeñas corren aún entre los trigales y juegan a las manos con sus pequeños mandiles cubiertos de espigas y , quien sabe, quizá después de jugar traigan un melón de la fuente para el postre.

Un campesino apoyado en el quicio de la puerta, una espiga caída hacia un lado de la boca, tras de él su esposa, mirada triste y gesto de complicidad. Un abrazo, dos cuerpos en uno, unidos, más que nunca, para siempre.

domingo, 18 de noviembre de 2007

El Cotarro de la Horca I



Hace tiempo había un lugar donde iban reos a morir. Amarrados con cadenas, llenos de sangre y sudor, exhalando un dolor tan grande que aún hoy día se puede sentir.
Paseaban por todo el pueblo entre voces, gritos, llantos, gemidos de ellos mismos… hasta llegar allí, ese pequeño cotarro donde les esperaba su fin.
Algunos de ellos culpables, otros sencillamente culpados; recuerdos y más recuerdos rondan su cabeza mientras el gentío espera el gran momento.
Uno cae y arrastra a los que lleva tras de sí; un vecino se acerca a ayudarle, mientras el verdugo, con su máscara de tela, ha llegado hasta él y lo ha levantado en el aire a la vez que le dice con una voz grave y tétrica:- “Esta gente no merece más que la repulsión del Mundo, ¡Nunca toques a un reo no sea que piensen que eres igual a ellos!"- , y con las mismas formas lo posó en el suelo. Después, se acercó a los presos, acariciando macabramente su látigo, y los obligó a levantarse del suelo.

Tomás se alejó lentamente y en ese momento sólo pudo pensar una cosa:-“pobres reos”-.

Los hombres, cada vez más demacrados, estaban a punto de alcanzar la meta impuesta: la Horca, esa fría soga tejida por el hombre para segar la vida de sus semejantes.
El gentío gritaba cada vez más y más alto deseosos de ver el ritual sagrado que exculpa todas las penas y, entre ellos, sonriendo, algún culpable no culpado esperando ver como sus penas son acalladas al segarle la vida a un inocente campesino.

Ya han llegado al patíbulo y les van colocando en su lugar.
Ha caído uno, dos, el tercero se resiste, lucha, pero esta lucha es inútil y también se va.
El cuarto alza su voz al aire: -“¡Yo no he sido! ¡Soy inocente! ¡Yo no he…”- el verdugo lo calló.
Sólo nos queda uno, el quinto reo, el más peligroso, el ser más sanguinario del lugar por haber matado a dos pequeñas hermanas, gemelas siamesas; ¿su razón?, eran monstruos, hijas del pecado, por ello él las separó, para siempre.


A este reo le mostraron al público, le quitaron el saco de la cabeza para que todo el mundo viera como su vida se marchaba. Lentamente, intentando con sus pies no caer al vacío, su vida se fue apagando.