sábado, 22 de diciembre de 2007

Necronomicón II


Ya en la tranquilidad de mi dormitorio coloqué la mochila encima de la cama y saqué el libro que me había dejado Mario para ponerme manos a la obra a leerlo.
Tenía un aspecto impresionante con las cubiertas de piel de un color canela o similar y un detalle de lo más extraño en la portada; era una marca a fuego, pero no la típica impresión serigrafiada, más bien parecía como si hubiera sido hecha sobre la piel del animal cuando aún estaba vivo.

La marca era como una especie de triángulo invertido rodeado por un círculo y con unas extrañas inscripciones alrededor. Al tacto era muy suave y asemejaba bastante a la piel humana. El interior estaba bastante demacrado, las hojas roídas y amarillentas, pero aún podía leerse bien.

Al abrir el libro descubríamos su título “Al Azif”.
Con una ojeada descubrí que en su interior había cosas muy extrañas, dibujos y algo que parecían letras en algún idioma de esos raros y antiguos, había también unas manos como demoníacas que nos mostraban cuatro posturas con los dedos.

Empecé a leerlo y la verdad es que la primera parte era como la de una especie de Biblia explicando que unos ancianos llegaron a la Tierra primigenia, antes aún de que la superficie terrestre se alzara sobre los mares, y allí, en el fondo de las aguas, se alojaron a esperar que todo estuviera en su sitio. Cuenta que una vez la tierra se elevó, los ancianos pusieron sobre la Tierra su simiente y ella germinó y pasado el tiempo la oscuridad les envolvió y el mal afloró.

“Este Mario es un miedica”, pensé. La verdad es que lo siguiente tampoco prometía mucho más, aunque había una parte en la que te explicaba como elaborar una serie de polvos o jugos para invocar a esos ancianos y hacerlos volver al mundo de los vivos.

-“Lo cierto es que no pierdo nada por ver que sale de todo esto y aunque no consiga realizar los hechizos correctamente por lo menos estaré entretenida un rato”-

-“¡Lucía! ¡Vamos a cenar!”-
-“¡Voy mama!, Mañana mismo empiezo a buscar los ingredientes que piden en el libro”-

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La verdad es que, aunque conseguí la mayoría de los ingredientes, me era imposible conseguirlos todos. Me pedían por ejemplo cenizas de un muerto que llevara al menos enterrado un siglo y un trozo de momia egipcia. ¿De dónde diablos iba yo a sacar eso?.
-“Pues hago esto con lo que tengo y que sea lo que tenga que ser”-

Quemé las flores de las plantas que se me indicaban, lo moví bien cuando aún ardía y ejecuté el primer conjuro: -“abdahash-nourig-mamabem-Neothep”-
No ocurrió nada raro, salvo que estaba algo mareada a causa de los vapores desprendidos de la combustión de las hierbas. El polvo que había surgido con lo anterior lo espolvoreé delante de mi y me pareció ver una sombra, pero seguramente fue el mismo polvo al caer ya que tenía cierto color negruzco.

-“Mañana me bajaré a la zona de las huertas y haré lo de las piedras con su colocación y sus inscripciones, porque esto desde luego…”-

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