lunes, 17 de diciembre de 2007

El Cotarro de la Horca III

-"In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Júzgame, Oh Dios y separa mi causa de la de una nación impía; líbrame de todo hombre perverso y falaz. Envíame Tu luz y Tu verdad; ellas me han de guiar y conducir a tu santo monte, hasta tus tabernáculos..."-
Se oyen risas de niños y un perro ladrando junto a su casa sacando bruscamente a Luis de su embelesada oración. -"Benditos sean los infantes, pues en su alma sólo cabe bondad"-
El hombre cerró su misario, sopló las velas, dio un beso a su bellísima Inmaculada y su Sagrado Corazón y los colocó de nuevo en el pequeño altar que tenía junto a la puerta.

En la calle hacía frío, ese frío de septiembre que se te mete hasta el tuétano y te hace estremecer. Allí jugaban las criaturas ajenas a las gélidas temperaturas, como si para ellos siempre fuera verano.
Luis giró la cabeza al oír unas enormes risotadas, uniéndose a ellas con una extraña sonrisa, y su mirada se encontró con las dos pequeñas -"¡Dios mío!, ¡Qué han hecho!"- para él, las muchachas eran hijas del pecado, no eran como el resto, sus padres eran primos y eso "estaba en contra de la Ley del Señor"; así que sólo podía hacer una cosa... y se dirigió tras ellas al trigal.

-"Purifica mi corazón y mis labios, ¡Oh Dios Omnipotente!, como purificaste los del profeta Isaías con un carbón encendido; hazme la gracia por tu misericordia, de purificarme a mí también, para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio"-
Repitió la oración una y otra vez hasta que volvieron a estar en su campo de visión, sentadas, jugando con sus manos. Como un ave rapaz, fijó su objetivo y comenzó la plegaria ritual: -"Con espíritu humilde y corazón contrito, seamos recibidos por Tí, Señor; y de tal suerte sea ofrecido hoy nuestro sacrificio, que sea de tu agrado, Señor Dios."-

Un golpe, y seguidamente el silencio; ya no hay risas, sólo silencio.

Dos cuerpos unidos desde su concepción, ahora separados. Luis alza sus manos sangrientas mientras recita: -"Ven, Santificador Omnipotente, eterno Dios y bendice este sacrificio dedicado a tu santo nombre. Concede a estas zagalas como hijas tuyas, la paz en la otra vida y líbralas de la condenación eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amen."-

Inés preparaba la comida y el cucharón saltó de sus manos al oír tremendo alarido... -¡Tomás"!- . Todo el mundo salió a la calle, Tomás y sus dos rosas... -"¡Santo Dios!"-

Un pueblo unido en un llanto, pero no estaban todos...
-"¡El chico de la Eulalia!, ¿Dónde está ese chaval?"-
Al grito de asesino el pueblo corrió hacia la casa 'la Tasca cogiendo a Luis y llevándolo hasta la plaza. allí confesó, según él, haber liberado el alma de esas niñas de la condena eterna.

De su pierna y cuello sale una cadena que lo une al preso de delante, camina el último de cinco; comienza a orar. Sólo sale de su éxtasis por una caída, pero sigue rezando; de pronto, en el monte le tapan la cara y le empujan. Una intensa luz le ciega y pensó que todo había acabado, pero pronto distinguió siluetas y sintió como el gentío le escupía y le insultaba. Una fría soga rodeó su cuello y sus ultimas palabras, como un susurro -"Librarme de este cuerpo y de todo mal. Dame tu piedad y guarda mi alma para la vida eterna. Amén."-

1 comentario:

Julia dijo...

Querida Neurona.
Me ha gustado mucho tu relato "El Cotarro de la Horca".
Te engancha desde el primer momento y estás esperando una nuevo capítulo para conocer el desenlace.
Has tardado un poco en escribir tu última entrega pero te aseguro que ha merecido la pena esperar.
Julia.